Estadística

viernes, 22 de octubre de 2010

Que la justicia no siga mordiendo los pies descalzos de los vulnerables desde su cuna.

                                                                      





Gracias a Javi por la experiencia.
Gracias a Josito por la ciencia.
          

           



            







            Jueces y fiscales constituyen dos de los colectivos que colaboran de modo más directo en la complicada tarea de resolver, mediante el ejercicio de la autoridad, los múltiples conflictos que en nuestra sociedad se suscitan, con una última aspiración que reposa en la búsqueda de la justicia. 

            El concepto de justicia es complejo y pudiéramos decir que en el imaginario colectivo la representamos como una suerte de virtud capaz de equilibrar todas las fuerzas encontradas, para terminar dando a cada uno lo suyo.
           Pero, ¿qué es de cada quién? ¿cómo saber dónde está el equilibrio? ¿cómo impartirla con eficencia? ¿qué cualidades deben tener los que la procuran? ...
          
           En una primera aproximación al término, y definiéndolo de modo negativo (y respetuosamente en contra de lo que la Real Acadmia Española propone para la acepción de administrar justicia) no creo que la justicia pase necesariamente por la aplicación de las leyes,  ya que eso sería tanto como decir que en la Alemania de los nazis el exterminio en masa fue una manera de impartir justicia porque esos hechos respetaron la legalidad vigente en aquel momento.

          A mi la justicia se me representa como bondad vinculada a la razón, a la serena reflexión, a la valentía, al análisis riguroso, y desde luego se me aparece como una aspiración última real de lo que supone el bién común, más allá de cualquier interes particular.

          Cada actor de la vida civil que intervenga en la resolución de conflictos ajenos, con la esperanza de llegar a soluciones justas, debe estar capacitado para la justicia, y así debe sernos exigidos a quienes somos servidores públicos; jueces y fiscales, por ejemplo.

           Por ello no debería bastarnos sólo con saber o conocer las normas, sino que se hace necesario que cómo dice Kant "tengamos la audacia de saber", y para ello, como sostiene J.L Segovia, no hay conocimiento sin proximidad, ni projimidad sin cercanía, y sin todo esto no hay justicia, pero tampoco la hay si no se practica la compasión y la indignación.
           Sostengo que no se puede administrar, ni tampoco ejercer poderes justos sin un conocimiento profundo que se adquiere a través del estudio y de la experiencia. Y si de lo primero cierto es que estamos muy duchos, podríamos analizar si de experiencia no andamos muy faltos.
             La experiencia la entiendo como la valentía de mirar a los ojos de la persona necesitada de justicia para dejarnos afligir por su dolor.

              Opino que no puede haber justicia sin un análisis de los conflictos dentro de los parámetros culturales, económicos, históricos que necesariamente deben ser vinculados a la norma y a su uso, impidiéndose de ese modo una aplicación sistemática y automática que la aleje de la ansiada justicia.

               ¿Cómo podemos ni siquiera pensar que impartimos justicia cuando los destinatarios de las normas, en la mayor parte de los casos, provienen de submundos de exclusión social a los que no pertenecemos, que no sufrimos, no estudiamos y a los que jamás nos hemos aproximado?
                ¿Cómo podemos ni siquiera pensar que se acercan a la virtud de la justicia si la mayor parte de los operadores jurídicos no ha pisado nunca una cárcel, un centro de menores, o un centro de internamiento de extranjeros?
                 
                La justicia queda lejos de los estereotipos, de las generalidades, de lo mecánico.  Queda lejos del postín, del boato, del poder. La justicia tiene más que ver con la valentía, con el rigor, con el compromiso y, como sostiene Amaya Olivas, con la igualdad  de todos en tanto que ciudadanos en un espacio único que no admite jerarquías.        

                Que la justicia no siga mordiendo los pies descalzos de los vulnerables desde su cuna.           
           



           

          

           



               
          

                    

          
                          
             
                         

viernes, 1 de octubre de 2010

Trata de seres humanos con finalidades sexuales. (I)

   






"La delincuencia organizada se ha globalizado convirtiéndose en una de las primeras potencias económicas y armadas del mundo".
(Informe de 17 de junio de 2010 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito).

    El mundo experimenta un auge muy importante de redes internacionales dedicadas a robar, vender y comprar niñas y mujeres, que trasladan a través de distintos países con única finalidad de esclavizarlas y explotarlas sexualmente. Convirtiéndose este negocio, delictivo, en el tercero más rentable después de los de tráfico de drogas y de armas, y obteniendo unos beneficios anuales que, en cómputo mundial, son superiores a los 10.000 millones de dólares.
     Según los datos facilitados por la O.N.U se estima que, sólo en Europa, el número de víctimas de trata de seres humanos con fines de explotación sexual asciende a 200.000 mujeres, y genera unos ingresos anuales, para los explotadores, de más de 3.000 millones de dólares.

      La exclavitud sexual mantiene una íntima relación con las políticas de aseguramiento de fronteras de los países desarollados, que limitan la posibilidad de acceder al mercado de trabajo a miles de mujeres que provienen de entornos de pobreza extrema en sus países de origen.
       Mujeres bajo cuyas espaldas recae la obligación de alimentar a sus familias y cuya desesperación por abandonar sus países son aprovechadas por los traficantes para lucrarse.
       Se antoja peligroso cargar con las condiciones que, sumando, aumentan insoportablemente la gravedad del tráfico indigno de personas: Migrante, Menor, Mujer.
       Pero además de la relación con la legítima aspiración de emigrar, es cada vez más numeroso el número de mujeres y niñas que son objeto de tráfico mediante técnicas de engaño, como son las ofertas de trabajo falsas o promesas de matrimonio de novios-tratantes, no siendo hasta que llegan al país de destino cuando descubren que están atrapadas en una espiral de violencia, coacción y sexo, de la que es casi imposible salir viva.

       España es, no sólo un importante país de tránsito, sino también de recepción de estas mujeres víctimas de trata, y es importante recordar que esta actividad delictiva no depende sólo de la oferta (países en situación de cambios sociales acompañados de penurias económicas, violencia, falta de perspectivas de futuro o de países en situación de guerra) sino también de la demanda de los países de destino.
       Así las Naciones Unidas indican que nuestro país es lugar de destino de mujeres objeto de trata y nacionales de países como Colombia, República Dominicana, Nigeria, Rusia, Ucranía, Rumanía, Bulgaria, Brasil, Croacia, República Checa, Hungría, Marruecos o Polonia.

      Impresiona pensar en la cantidad de mujeres que llegaron a España con la ilsuión de tener una vida y un trabajo digno, con la ilusión de dejar atrás el drama, el conflicto y la pobreza, para encontrarse de frente con la despiadada realidad de la esclavitud, de la prostitución con coacción, los malos tratos, las amenazas ...
      Impresiona pensar en mujeres, que viven cerca de nuestras casas, y que están  privadas de su capacidad de deambulación, de su libertad.
       Impresiona pensar en nuestras vecinas; mujeres a las que convierten en invisibles, y a las que, para impedir que delaten a sus criminales, someten a tratos tan bestiales y duros como eficaces, ya que les secuestran a sus hijos, amenazan de muerte a todo el entorno familiar del país de origen, limitan sus movimientos, les retiran el pasaporte y el acceso al dinero, las violan, las pegan, las torturan, obligan a abortar, a consumir drogas ...

        Cuando creíamos que en nuestro mundo occidental y globalizado teníamos sistemas capaces de detectar y erradicar de modo automático situaciones de esclavitud sexual, comprobamos como, por contra, el negocio aumenta y se potencia a niveles desconocidos hasta ahora.
          No hay duda que estas organizaciones criminales internacionales generan poder suficiente para instalarse, enriquecerse y seguir creciendo entre todos nosotros.
       
 Las Palmas de Gran Canaria, 1 de octubre de 2010.
 Rros.